domingo, 22 de abril de 2018

TROPEZONES.

Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra y no, no es cierto, ojalá fuesen tan solo dos veces.

Y es que algunos no aprendemos y hacemos del tropezar en preciosas piedras motivo de afán de superación.

Tropezamos, una y otra vez  sin aprender, dejándonos la piel en cada batacazo; la piel, las ilusiones, algún trozo de nuestro corazón, la esperanza y también la fe, la fe en el ser humano y en sus sentimientos.

Eso, sentimientos es lo que más desperdiciamos dejándonos engañar por unos ojos preciosos y una sonrisa de cartón piedra, de esas que a la primera tormenta se deshacen, mostrando que su interior está vacío.

Y no aprendemos aunque pensemos que sí lo hacemos, y lo único que cambiamos de nuestro proceder es el tipo de piedra, total para tropezar de nuevo.

Tropezamos, caemos, nos levantamos, nos enjugamos las lágrimas y seguimos caminando y mientras caminamos hacemos recuento de todas las piedras, de las que más dolieron, de las que más que tropezar nos hicieron resbalar y también recordamos con profundo cariño ciertas piedras en las que no nos importaría volver a tropezar, porque hay tropiezos que aunque duelan, son todo un placer.

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