martes, 4 de junio de 2013

ESPAÑA, 2013

Hoy he rezado por alguien a quien no conocía, para que hiciese lo correcto, o mejor dicho, para que no me obligase a hacer mi trabajo.
Esta tarde, entran en el supermercado en el que trabajo de vigilante de seguridad. Son una pareja, de unos 30 años,con una niña de unos 10 años; unos clientes mas que acuden a llenar el carro a principios de mes.
No tiene nada especial, una familia mas: jóvenes, de clase trabajadora, nada anormal.
Pero pronto llaman mi atención y dirijo el objetivo de las cámaras de vigilancia para enfocarles y seguir sus movimientos.
Nada raro en el carro: pan, pollo, leche, margarina, poco mas. pero no es el contenido del carro lo que llama mi atención, si no sus movimientos.
El mete en el carro una bolsa de patatas fritas congeladas, y ella dice que no con la cabeza; el la deja en su sitio y cogen una malla de patatas pequeña de la sección de verdulería.
A todo esto, la niña se ha acercado con un paquete de cereales, se lo ha dado a su padre y este ha mirado a su mujer. Ella dice que no una vez mas con la cabeza y la niña obediente deja los cereales en su estante.
Así una y otra vez con varios artículos: chocolate, zumo, atún en lata, pizza congelada, etc. Artículos que entran y salen del carro o que ni siquiera llegan a entrar.
A estas alturas de la película ya tengo una cosa clara: van mal economicamente. Y se nota que alguna vez, no hace mucho, las cosas les iban mejor, tal y como demuestran las gastadas zapatillas Nike que calza el, o la camiseta Adidas que lleva ella bajo la chaqueta del chandal. Son tiempos duros, y toca ajustarse el cinturón, pienso yo.
Caminan hasta las estanterías de charcuteria, cogen después de mirar muchos precios, un paquete de queso en lonchas y otro de mortadela o chopped. Ella pone cara extraña, mete la mano en el bolsillo de su chaqueta y abre la mano, mostrando el dinero que portan: 2 billetes de 5 Euros y varias monedas; apenas 20 euros.
Como gracias a Dios las cámaras de vigilancia no tienen audio no puedo oír lo que dicen, pero no hay que ser muy listo para saberlo. Los gestos de uno y otro, dejan claro que hay que tomar una decisión: queso o mortadela. Y gana el queso, debe ser por aquello de que el calcio es bueno para el crecimiento, o simplemente una cuestión de precio.
El con gesto abatido, deja el paquete de mortadela en la estantería de donde lo había cogido, y cuando deshace los pocos pasos que se ha alejado de su mujer, se la encuentra llorando, en silencio, solo unas lágrimas ke brotan de unos ojos que dejan ver solo una cosa: impotencia.
Impotencia por verse así, por no poder llevar una vida normal, por no poder dar a tu hija todo lo que seguramente les gustaría. Impotencia por estar en una situación en la que seguro no han entrado por culpa suya, si no por la de los gobernantes, los empresarios, los banqueros y demás gentuza que rige nuestros destinos como si jugasen al ajedrez con nuestras vidas.
Y entonces el se gira mientras ella se pone las gafas de sol para tapas sus lágrimas, se acerca a la estantería, coge el paquete de mortadela en lonchas de la mas barata, y se la esconde bajo la chaqueta y el pantalón sin que ni su mujer ni nadie lo note, es algo que queda entre el, la mortadela, las cámaras de vigilancia y yo mismo.
Imagino que sera ese sexto sentido que tenemos después de vivir años con nuestra pareja, el que hace que ella note que algo no cuadra cuando el la apremia para ir a la caja a pagar.
Ella lo mira a la cara, y sin un gesto, solo con la mirada le pide una explicación. El se acerca a su oído al mismo tiempo que instintivamente se lleva la mano al paquete de mortadela que esconde entre su ropa, dejando claro con este gesto que no es un ladrón profesional, si no mas bien un padre y marido desesperado.
Ella se separa de el, se quita las gafas de sol y lo mira con una mezcla de sorpresa, de miedo, de incredulidad y de miedo a la vez, y casi al mismo tiempo los dos, ella y yo, decimos lo mismo: no, por favor, dejalo.
El se queda inmóvil, y aunque no le veo la cara, seguro que era un conjunto de vergüenza, impotencia, rabia y culpa por sentir que la ha decepcionado.
Yo, que en ese momento debería estar contento por hacer bien mi trabajo, le pido  a Dios que deje lo que ha cogido, que por favor no me obligue a hacer mi trabajo saltándome mis principios y cualquier atisbo de justicia social.
No, por pavor, déjalo, le repite ella otra vez. Y el, por fin, da la vuelta, se saca el paquete de mortadela y lo deja en la estantería, en la misma de la que lo había cogido, vuelve con su mujer y empuja el carro hacia la caja.
En ese momento me doy cuenta de que había estado aguantando la respiración.
Ella se para en mitad del pasillo, lo coge del brazo y le da un beso. El la abraza y se quedan así unos segundos. Siguen andando y cuando llegan a la caja ella lo coge por la cintura y le dice: Te quiero.
Y se besan, cariñosamente, y el nudo ke tenia en la garganta, baja por fin.
Pagan y se van.
Por cierto, me ha llamado la atención, lo jóvenes que son para tener una hija de esa edad. Imagino que un error de cálculo hace unos años hizo que se quedasen embarazados con apenas 20 años si los tenían. Por eso aun duele mas que gente que tuvo en su día las narices para sacar adelante una familia, cuando lo mas fácil hubiese sido abortar y seguir con sus vidas, se vea hoy en esta penosa situación.
Desde aquí, sin conocerlos les mando mis mejores deseos, y que ojalá le vayan mejor las cosas en breve.
Por cierto, al llegar a casa, recordando la anecdota, he llorado.