jueves, 25 de julio de 2019

MIRADAS.

Dicen que hay miradas que matan....

Y si fuese así, yo estaría mil veces muerto porque cada vez que ella clavaba sus ojos en los míos, quería morir por acariciarla con mis pupilas.

Si las miradas matasen, me pondría delante del pelotón de fusilamiento de sus pupilas, para que disparase una y mil veces apuntando a este roto corazón.

Si fuese cierto que hay miradas que matan, digo yo que otras deben dar vida, deben salvarnos de pasados imperfectos acribillando a nuestros demonios solo con las chispas de alegría que brotan de esos sus dos ojos al mismo tiempo que brotan lágrimas felices de los míos.

En contra de esas miradas que matan, están las mías, que lo que hacen cuando bailan por su cuerpo es amar cada centímetro de esa piel con olor a salitre y aceitunas, a cada centímetro de esa piel del color de la arena de la playa mezclada con el brillo de la luna llena.

No, mi mirada no la mata, la mía le hace el amor, despacio pero con fuerza, con ternura y un temblor involuntario en mi pecho, con mordiscos, uñas y suspiros fluyendo por su espalda.

Si las miradas matasen yo estaría muerto, a base de la envidia que me tiene el mundo por haberla mirado con mis ojos después de que los suyos me diesen vida.

lunes, 15 de julio de 2019

SENSACIONES QUE CUENTAN

Deberíamos tirar todos los relojes, dejar de estar sujetos al tintineo de los segundos al caerse de los minutos, dejar de contar los minutos que se agolpan en manadas de sesenta para formar rebaños de horas que pasan más con pena que con efímeras glorias.

Deberíamos dejar de encadenar nuestra juventud a los trescientos sesenta y cinco días que construyen años que pasan y siempre pesan.

No tendríamos otra manera de medirlo todo que en sensaciones y así los viajes no serían más que un puñado de canciones que cantar a pleno pulmón por el simple hecho de que nos salen por la garganta y nadie nos escucha dentro del coche.

Las relaciones las mediríamos en número de "te quiero" sinceros y abrazos que nos reconstruyen cada vez que la vida se empeña en rompernos.

Las citas no serían más que la suma de miradas, de sonrisas incontenibles y de temblores de manos cuando la otra persona se acerca demasiado.

Llevariamos la cuenta de la duración de un polvo usando como unidad de medida la cantidad de saliva intercambiada, de suspiros exhalados y de gemidos entonados.

Así sabríamos que de casa al trabajo hay un "días grandes", que la última vez que tu cuerpo y el mio chocaron sobre una cama duró diez marcas de tus uñas en mi espalda, trece "ufff" que se escaparon, veintiún besos en tus seis labios, trescientas cuarenta y tres gotas de sudor disfrutadas y cinco lágrimas de placer que rodaron por tus mejillas en un susurrante "te amo" mío en tu oído.

Sabríamos también que tu recuerdo dejó de ser mortal para mí después de once mil doscientas sesenta y ocho lágrimas derramadas en tu honor, de cuatrocientos treinta y tres maldiciones y doscientos noventa intentos reprimidos de volver a escribirte.

Deberíamos saber cuantificar cuántas emociones nos da la vida a cada instante en lugar de ser esclavos de un tiempo que contamos como granos de arena que se escapan de nuestras manos mientras hacemos castillos en la playa que nuestra falta de imaginación y ganas destruyen como si fuese una ola en la playa.

IMAGINACIÓN AL PODER.

"Pero imagínate, que te digo al oído y muy bajito, vayamos a una esquina, soñemos con París"

Imagínate, que nos hubiésemos encontrado a la entrada de un cine, a la salida de un concierto, tomando un café en cualquier bar.

Imagínate eso y que nuestras vidas fuesen diferentes, que las únicas cicatrices que llevásemos fuesen tatuajes curados, que solo fuésemos dos extraños mirándose a la cara sin nadie más detrás.

Imagínate que esas alas que nos acercaron una tarde de verano no fuesen las mismas que te llevan lejos de aquí; esas mismas que te hacían volar delante mío mientras cruzabamos miradas y nuestras sonrisas perdían la batalla de no lucir alumbrandonos por dentro.

Imagínate que ese café de si o si, no fuese más que el primero de muchos otros y que decidimos al final bailar juntos, sin tangas ni ataduras, sin presiones, sin espías, en un escenario en el que sólo aplaudan nuestros cuerpos chocandose al reír, con miradas indiscretas y caricias sin reprimir.

Imaginate que yo soy yo y tú eres tú...y nada más.

viernes, 12 de julio de 2019

DE MALETAS Y MOCHILAS.

Recuerdo que hace año y medio en mi antiguo trabajo, me quedé mirando a la multitud en una estación y el ir y venir de los trenes, el como algunos despistados los perdían por no saber exactamente cual era su dirección...y a donde querían ir.

Me asaltó la idea de cuantos trenes pasan frente a nosotros sin que les hagamos caso, sin que subamos, sin saber si es el que nos llevará a buen destino.

Pero realmente, hay un tren específico que lleve a la felicidad?

Yo siempre he pensado que si, que hay trenes que no hay que dejar escapar aunque tengas que correr detrás suyo por toda la estación y subirte a ellos de un salto, agarrandote con uñas, con dientes y con toda la fuerza que nuestra alma nos dé en ese instante.

O al menos eso pensaba.

Porque a día de hoy, sin saber qué es exactamente lo que ha cambiado en mí me veo de estación en estación, pasando de un tren a otro, de una parada a un apeadero, unas más lejos que los otros, pero para dejar mis pies parados en un andén más pronto que tarde.

A día de hoy, y sin que me guste el cambio, siento que algo se rompió dentro de mi, de tal manera que me hizo abandonar viejos planteamientos que para mí eran casi como la biblia.

Viejas creencias en cuentos que al fin nunca acababan con perdices y felicidad bebida en copas de ligero cristal.

Y así me encuentro ahora, habiendo cambiado mi pesada maleta, de esas que llenas para vaciarla y establecerte en algún país del norte de Europa, por una ligera mochila donde llevar lo mínimo justo e imprescindible y no tener que llenarla más que de recuerdos de excursiones fugaces por tierras que no volverás a pisar nunca más por decisión propia.

Ligero de equipaje, descreído de mucho e intentando que tus botas dejen la mínima huella posible allí por donde pases.