domingo, 25 de octubre de 2020

CUALQUIERA EN SU SANO JUICIO.

Como decía el genio de Zaragoza: Cualquiera en su sano juicio...se habría vuelto loco por ti.

Cualquiera en su sano juicio lo habría perdido sin dudar, 
si te hubiese visto sonreír tímidamente en tus espléndidos diecinueve 
y cualquiera habría cambiado de inmediato su cordura si te hubiese visto bailar encima de una mesa de billar, 
con la poca luz buscada de un garito underground,
de esos que ya no existen pero quedan grabados en la memoria para borrarse nunca jamás. 

Cualquiera en su sano juicio se habría vuelto loco voluntariamente si hubiesen bailado sus manos en tu cintura
 y las yemas de sus dedos por accidente hubiesen leído en braille el encaje bajo ligeros vestidos de verano, 
queriendo quedarse a vivir eternamente en ese Pais De Las Maravillas que hace frontera al final de tu espalda
 y mis manos nunca llegaron a visitar

Cualquiera en su sano juicio o en la más cuerda de las locuras habría puesto sus apellidos y arropado cada noche a esa princesa que lleva tus mismos ojos, 
a la vez que habría hecho bandera cada día del aportar un poco de felicidad por el resto de sus días, amén, 
aunque la cuestión de sangre no fuese ni siquiera algo circunstancial.

Cualquiera en su sano juicio habría terminado por perderlo si hubiese dormido por segundos encima de tus labios, 
si su cara hiciera hogar entre tu pelo rubio, 
si el viaje predilecto que su boca hubiera querido iniciar arrancase en tu barbilla y se dirigiese camino del sur para quedarse de vacaciones entre tus muslos.

Cualquiera que no estuviese loco ya de antemano, 
habría pagado con su salud mental el parar el mundo abrazado a ti, 
haciendo compás de su respiración con cada latido de tu pecho, 
no cómo si el tiempo se parase, 
si no como si volviese para atrás. 

Cualquiera en su sano juicio lo habría perdido por ti, 
una y otra vez, 
si encerrase su mirada cada noche en tu nuca, 
si sus manos descansasen acunadas en tu pecho a la hora de dormir
y si tu espalda fuese puerto donde  atracar al alba su corazón.

Cualquiera en su sano juicio se habría vuelto loco por ti, 
a esos viejos diecinueve del dos mil seis, 
o ahora, 
en tu más tierna juventud. 

domingo, 10 de mayo de 2020

MI PENELOPE

Ella es mi Penelope, pero no a la que le cantaba Serrat, pobre desgraciada a la que la vida, el desamor y el desalmado de turno dejaban abandonada en el andén equivocado de la estación de la vida.

Ella es mi Penelope, a la que vuelvo después de todos los viajes. 

La que me espera al otro lado de mi mundo, de mi universo maldito de montañas rusas y vueltas sin sentido. 

Mi Penelope es el hogar al que volver aunque sea mentalmente tras surcar mares tempestuosos. 

A mi Penelope vuelve siempre mi barco aunque la calma no llene de viento mis velas, aunque mis remos quedasen flotando  y mi quilla acabase varada en arrecifes del corazón.

Ella, mi Penelope es el faro que me guía en noches sin luna ni estrellas, en esas noches en las que tan sólo el recuerdo del brillo de sus ojos basta como candil iluminar la negrura que surge en su ausencia. 

Mi Penelope es quien con su voz acalla los cantos de las sirenas que me llaman a otros mares, que me arrastran a otras aguas que no quiero surcar.

Su recuerdo cura las heridas producidas en mil Troyas y su hilo del tiempo me mantiene unido a ella, tejiendo de día y destejiendo de noche nuestra historia a capricho.

Penelope es mi playa, a la que volver después de mil Circes, en mi Itaca del sur, al hogar de sus abrazos, lejos de guerras, de viajes, de Odiseas malditas, a sentir la arena bajo mis pies y las olas cálidas alrededor de mis tobillos

miércoles, 15 de abril de 2020

CONTRADICCIÓN

Quizás pienses que por el hecho de que no te escriba no pienso en ti y en realidad no quiere decir que no me esté muriendo por hablar contigo.

Por el hecho de que no haya música entre nosotros dos, no significa que no ponga tu rostro a las notas que llegan a mis oídos y que las letras que me llegan muy, muy dentro no se disuelvan para escribir tu nombre al terminar una canción. 

Que no te lo diga no tiene nada que ver con el hecho de que cuando miro por la ventana y el cielo se torna azul, morado y naranja a la vez, no vea cada tono de esa paleta en el recuerdo que tengo del color de tus ojos.

Que no te diga, que no te mire, que no te escuche no significa que no muera por mirarte de cerca con mis labios, que mis ojos no puedan escuchar cada palabra que sale de tu boca con solo leer tus labios o que mis oídos no dibujen tu imagen en mi mente tan solo con tener el eco de tu risa al despertar.

Que no se pueda no quiere decir que no se quiera, que no se palpe no quiere decir que no exista. 

martes, 7 de enero de 2020

CON LOS PIES FRÍOS.

Ella no se quitó la ropa mojada tras la tormenta y se acostó empapada, con los pies fríos y un calor palpitante llamando a las puertas de su pecho.

No se deshizo de las capas de pasado que la lluvia no había podido lavar, de sus amores fallidos, de las risas que cada vez tenían menos ecos en su memoria, del sabor de unos besos que recordaba frescos y suaves; de las ilusiones depositadas y que, a veces, ella mismo desmontó de un manotazo como la niña que ya no quiere jugar más con esa casa de muñecas que con tanto deseo pidió a los reyes magos, como si no existiese un juguete mejor en el mundo. 

Solo quería despertar a la mañana siguiente y ver al sol jugando con el arcoíris mientras sus pies colgaban de ese puente en el que estaba sentada, 

sobre el río,

con la ciudad allí a lo lejos,

esperando que ese sol recién salido le diese un poco de calor aterciopelado a ese pecho que aún notaba húmedo y que quería seguir adelante pero sin dejar de mirar atrás, a un pasado más seco.