domingo, 10 de mayo de 2020

MI PENELOPE

Ella es mi Penelope, pero no a la que le cantaba Serrat, pobre desgraciada a la que la vida, el desamor y el desalmado de turno dejaban abandonada en el andén equivocado de la estación de la vida.

Ella es mi Penelope, a la que vuelvo después de todos los viajes. 

La que me espera al otro lado de mi mundo, de mi universo maldito de montañas rusas y vueltas sin sentido. 

Mi Penelope es el hogar al que volver aunque sea mentalmente tras surcar mares tempestuosos. 

A mi Penelope vuelve siempre mi barco aunque la calma no llene de viento mis velas, aunque mis remos quedasen flotando  y mi quilla acabase varada en arrecifes del corazón.

Ella, mi Penelope es el faro que me guía en noches sin luna ni estrellas, en esas noches en las que tan sólo el recuerdo del brillo de sus ojos basta como candil iluminar la negrura que surge en su ausencia. 

Mi Penelope es quien con su voz acalla los cantos de las sirenas que me llaman a otros mares, que me arrastran a otras aguas que no quiero surcar.

Su recuerdo cura las heridas producidas en mil Troyas y su hilo del tiempo me mantiene unido a ella, tejiendo de día y destejiendo de noche nuestra historia a capricho.

Penelope es mi playa, a la que volver después de mil Circes, en mi Itaca del sur, al hogar de sus abrazos, lejos de guerras, de viajes, de Odiseas malditas, a sentir la arena bajo mis pies y las olas cálidas alrededor de mis tobillos