viernes, 29 de marzo de 2019

HORAS, MINUTOS, SEGUNDOS Y SUSPIROS.

Se conocieron en la cola del cine, en la parada del bus, haciendo la compra y entrenando en el mismo gimnasio;

en todos sitios y en ninguno a la vez.

Se conocieron y quisieron más, por lo cual escaparon lejos de todo y de todos y corrieron a esconderse para abrir sus vidas mientras cubrían sus cuerpos con blanco algodón.

Rusia y Japón se juntaron en un abrazo, firmando la paz con tintas que se sonreían bajo la piel, al tiempo que brindaban con chocolate y se daban un festín de risas y besos de postre.

Y las horas parecieron minutos, los minutos segundos y los segundos apenas suspiros, pero supieron hacer que perdurasen para siempre mientras escondían sus rostros en el pecho del otro.

Y así pudieron empezar a conocerse un poco más y darse el calor que ambos buscaban abrazados en blanco y negro.

lunes, 25 de marzo de 2019

CON GAFAS OSCURAS

El siempre estaba allí, como una figura negra que todo lo ve, que todo lo controla, desde fuera pero estando dentro.

Tenía prohibido hablar, mirar, sonreír, y por supuesto tocar; nada de contacto con las muñecas de aquella enorme juguetería.

Por eso optó por ajustarse unas gafas oscuras, para aislarse aún un poco más de todo aquello que lo rodeaba cada día.

Ella se deslizaba chispeante por los pasillos, bajo las luces, como un duende juguetón y risueño.

Un duende precioso de piel tostada, con una curva peligrosa a modo de sonrisa.

Ella movía sus alas de libélula varias veces al día y volaba alrededor de una barra dejando al mundo entero con la boca abierta y el alma infartada, mientras las luces dibujaban constelaciones de estrellas sobre su cuerpo y la música parecía compuesta para ella en particular.

Bailaba y buscaba con sus ojos, volaba y buscaba con una mirada.

Lo buscaba a él, que era el negro pilar que la mantenía agarrada al mundo real; sabía que estando él al alcance de un suspiro el resto del mundo sobraba.

Y decidió también colocarse una gafas de cristal oscuro, aunque eso supusiera ocultar al resto de la humanidad un par de diamantes que en su cara parecían ojos. 

Y así pasaban las días o las noches, que en ese país irreal venían siendo lo mismo, mirándose sin mirarse a través de unas gafas oscuras, él siempre negro y ella de mil colores; ella queriendo dibujar imágenes nuevas sobre los brazos de él y él estrellándose contra el guardarrail de esa curva peligrosa que ella tenía por sonrisa.

Hablandose con miradas bajo unas gafas oscuras.

sábado, 16 de marzo de 2019

SIN TENERSE DELANTE.

Ella, desplegaba de nuevo sus alas para levantar el vuelo una vez más detrás de sus sueños,  intentando eclipsar a las estrellas con el brillo de sus ilusionados ojos.

El, disfrutaba, a pesar de la distancia, viendo como aquellas alas que cosió hace ya cierto tiempo con hilo de besos y esperanza, servían para lo que estaban hechas: hacerla volar muy alto, por encima de elevadas montañas y países lejanos donde se cumplen los sueños y se encuentra la paz.

Y ambos se sonreían a los ojos sin tenerse delante.

martes, 5 de marzo de 2019

UN BELLO DESASTRE.

No importaba la falta de sueño, ni los kilómetros que los separaban, ni la distancia entre sus vidas para echarse al camino y dejarse llevar al fururo de sus pasados.

No importaron los miedos, ni el rencor, ni las dudas, ni las hojas que los árboles dejaron caer durante todo ese tiempo que ambos miraron en direcciones opuestas, dándose la espalda a sí mismos cada vez que mirándose al espejo buscaron alguna respuesta que ese reflejo nunca les brindó.

No importaron siquiera las lágrimas vertidas, o al menos no importaron lo suficiente los motivos que las hicieron llover sobre sus mejillas y sus almohadas.

Solo les importaba una cosa  que seguro encontrarían al final de ese camino largo que recorrían desde puntos distintos pero en la misma dirección.

Solo les importaba el más que predecible por necesitado abrazo que siempre sabría a corto y fugaz, por muchas horas que hubiesen deseado estar unidos y atados por sus brazos, juntando corazón con corazón.

Y es que en ese momento en que se estrujaron algo más que sus cuerpos y sus almas les daba igual salvar el mundo, tan solo querían salvarse ellos mismos dando pasos atrás, de espaldas, como si así pudieran retroceder en el tiempo hasta ese último abrazo del que nunca debieron haberse soltado.

Ni siquiera les importó la lluvia.

Ni que aquella noche fuese un bello desastre.