lunes, 26 de noviembre de 2018

RECUERDOS.

Hoy llevo lo que me queda de tu tacto puesto a modo de abrigo porque ya no tengo tus manos cerca para cubrirme con ellas.

Al igual que utilizo el recuerdo de tu mirada como si fuesen gafas que me tapen este sol que prefiero no ver, pues no quiero que borre de mis córneas todas las veces que te vi sonreír desnuda sobre las sábanas.

Respiro lo poco que me queda de tu aliento, porque el aire que me rodea me ahoga desde que ya no estás y parezco un pez sacado del agua buscando tu boca para respirar.

Me perfumo con el aroma que conserva esa camiseta que me cogías para dormir, que me pongo cada noche para que al despuntar el alba, mi pecho brille al reflejarse el primer rayo de sol sobre el polvo de hadas que cubre mi cuerpo sin saber como llegó hasta allí.

Y así ando, atando tus recuerdos a mi alma con aquel mechón de pelo que olvidé guardar con todos los objetos que tenian tu espíritu y que no me dejaban olvidarte.

domingo, 25 de noviembre de 2018

SECO

Seco.

Llega un momento que no sabes por qué, pero te sientes seco.

Y no es que no tengas nada sobre lo que escribir.

No es que tu interior no pugne por ser derramado sobre un papel a modo de válvula de sobrepresión.

No, que va  simplemente es que no tienes el alma para soltarlo.

Te faltan las palabras.

Se agolpan los sentimientos y los pensamientos pero no encuentran una salida.

Y llega ese momento en el que creo que todo escritor empieza a temblar ante la idea de que ya nunca más podrá volver a plasmar su alma en un papel.

Seco, se siente un miedo seco.

viernes, 16 de noviembre de 2018

TE HE VISTO IGUAL.

Hoy te he vuelto a ver, después de mucho tiempo sin hacerlo.

Estabas ahí  bajo las luces del neón, a resguardo de la lluvia que mojada toda la ciudad.

Que mojaba también mi coche, desde el que te he visto.

Te he visto y me ha parecido que no ha pasado nada de tiempo y estabas igual.

Igual de guapa y con ese pelo negro igual de largo, recogido en una trenza igual, con tu uniforme igual.

Y me he dado cuenta de que tu vida sigue igual, tu trabajo seguirá igual y los que te rodean seguirán igual.

Y mientras tu sigues igual, mi vida cambia cada cinco minutos, pues cabalgo un torbellino que revuelve mi presente y lo hace dar vueltas sin parar.

Lo único que no sigue igual en tu vida, soy yo.

Eso y que ya no tendrás un caramelo en el plato del café.

jueves, 15 de noviembre de 2018

EL ALMA DERRAMADA.

EL ALMA DERRAMADA.

Palabras de un hombre al que su chaleco antibalas no pudo proteger del amor.

Comienza la cuenta atrás.

domingo, 11 de noviembre de 2018

POETA BAJO TIERRA.

Ahí, en la esquina del vagón, apoyado de lado para disimular que tenía el terminal en la mano pues lo tenía prohibido.

Ahí estaba, alto, recio, con la cintura llena de todo lo necesario para desempeñar su trabajo, para protegerse y sobre todo proteger.

Con sus gafas oscuras aún bajo tierra, para evitar que quien no debiese pudiera mirar sus ojos y evitar así que se supiese a donde miraba.

Con su uniforme ceñido y ese chaleco que además de causar cierto respeto, cuidaba de su vida día a día.

De su vida y de ese corazón que latía ahí dentro, en su pecho.

Lo que nadie sospechaba es que ese hombre rapado y fuerte, en esos momentos derramaba su corazón en tinta electrónica sobre una página en blanco.

Dejaba allí sus anhelos, su cariño, sus lágrimas interiores, sus ilusiones, sus noches sin dormir, sus amaneceres mirando al sur.

Ese hombre de mirada dura y sonrisa tímida reescribia cada semana, escondido, la historia de amor entre Caperucita y el Lobo, se sacudia el polvo de hadas que cubría su cuerpo ciertas mañanas, reconocía la perfección de la imperfección y desgajaba su alma casi a diario, ahi, escondido en cualquier esquina de un vagon de metro

Y así, día a día, ese hombre cuyo cinturón llevaba sus herramientas de trabajo, se ponía su uniforme, ceñia su chaleco, abrochaba su dotación y de esa manera escondía que en el fondo, lo que movía su vida eran el amor, su amor, sus ideales y la poesía, porque hasta las piedras más rugosas pueden esconder un diamante en su interior.

miércoles, 7 de noviembre de 2018

A QUIENES LO NIEGAN.

Los que dicen que el amor no existe es que nunca sintieron la alegría de volverla a ver tras semanas separados.

Quienes reniegan del amor es que nunca se sintieron jamás tan en casa como cuando ella te abrazaba y era como regresar al hogar por Navidad.

Aquellos que niegan que se pueda amar de verdad, es que nunca miraron al mar desde lo alto de un acantilado, cogidos de su mano, con el sol a su espalda y toda la vida por delante tras haber vuelto a nacer al conocerla.

Esos que dicen que el amor es mentira, es porque nunca conocieron la verdad de que a su lado todo ello se hacía realidad, ya que ella y el amor estaban tejidos con el mismo hilo de sueños.

ENTÉRATE

No, al contrario que otros, no tenía la necesidad de hacer público "lo nuestro".


No, no quería hacer público "lo nuestro" para que nadie lo supiera, para que nadie se enterase, me daba igual el resto del mundo, pq no eras para mí un trofeo, ni un animal de compañía, ni un florero que pasear.


El único público que tenía derecho a saber las mil maneras que tenías de deslizar tus dedos entre los mios mientras cogías mi mano, sin que apenas se notase el gesto, eramos nosotros.


Tan solo a nosotros nos incumbía el saber que durante esos segundos en que tensabas tu cuerpo, dejabas caer tu armadura para ser tú misma, para no esconderte, para dejar a la vista tu fragilidad entre jadeos abrazabas mi cuerpo intentando que se fundiese con el mío, no por placer carnal -que también- si no por dejar descansar tu alma en el regazo de la mia y solo en ese segundo eras consciente de que no ponerle barreras a la vida es lo que de verdad te hace libre.


Libre y feliz, feliz de verdad, aunque te durase solo esos pocos segundos.


Y es que la única persona que quería que se enterase de que yo te quería y tu me querías a mí, eras tu misma.


Que te enterases de una vez de que me amabas, aun sabiendolo y diciendo no querer saberlo.


DEL DICHO AL HECHO.

No te dije que fuese distinto, te dije que era cuanto menos peculiar.

No te dije que fuese a convertirte en la mujer más feliz del mundo, pero te dije que me dejaría la piel, los cuernos y la vida para poder hacerlo posible.

No te dije que tuviese magia, te dije que no utilizaría trucos.

No te dije que te querría como nadie, pero si te dije que te querría como a nadie nunca había amado ni amaría.

No te prometí que el sol brillase todos los días, que la lluvia no te mojase o que el invierno no viniese frio;  te dije que soplaria todas las nubes cuando estas no te dejasen sentir su calor en tu cara, que cubriría tu cuerpo con mi manto de pelo cuando tu caperuza roja ya no pudiese empapar más agua en mitad de la tormenta, que cuando temblases aterida tendrías en mi pecho calor suficiente para hacerte caer la ropa y tumbarte como si fuese agosto en la Playa de Los Muertos.

No prometí que nunca volvieses a llorar, te dije que me pondría una nariz de payaso para que las lágrimas fuesen de risa.

Nunca te dije que estaría junto a ti todo el tiempo, si te dije que jamás volverías a sentirte sola.

Si, te lo dije, te lo dije y lo demostré, que es ahí donde se decide entre el amor y el capricho.

lunes, 5 de noviembre de 2018

CARTA A ROJA.

Querida Roja:

Hace ya demasiadas lunas que no veo por el bosque tu caperuza color carmín.

Hace ya mucho que no acecho entre la maleza y las sombras de los árboles con tan sólo el deseo de verte pasar camino de casa de tu abuelita, con esa cesta colgada de tu brazo y el pelo enredado de corretear por los senderos.

Y te echo de menos, como echo de menos tumbarme sobre la hierba en mi claro preferido del bosque, feliz de haberte visto ese dia y recreando cada detalle de esos pocos segundos en los que aún a distancia te he sentido cerca y mía.

Hace mucho también, que cada vez que le aullo a la luna no lo hago con esperanza de volverte a ver, si no con la tristeza que da el saber, que mi bosque queda retirado de los caminos que ahora recorres y que nunca llegará el día en que nos sentemos en un tronco caído y utilizando una piedra como mesa y las estrellas como candelabros nos cenemos la merienda de tu abuelita justo antes de cantarle a la luna como dos lobos.

Es duro saber que todo lo que tenía para verte, oírte, tocarte, olerte y comerte mejor seguirá guardado para nunca usarlo

Aténtamente: Lobo