Seco.
Llega un momento que no sabes por qué, pero te sientes seco.
Y no es que no tengas nada sobre lo que escribir.
No es que tu interior no pugne por ser derramado sobre un papel a modo de válvula de sobrepresión.
No, que va simplemente es que no tienes el alma para soltarlo.
Te faltan las palabras.
Se agolpan los sentimientos y los pensamientos pero no encuentran una salida.
Y llega ese momento en el que creo que todo escritor empieza a temblar ante la idea de que ya nunca más podrá volver a plasmar su alma en un papel.
Seco, se siente un miedo seco.
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