jueves, 25 de julio de 2019

MIRADAS.

Dicen que hay miradas que matan....

Y si fuese así, yo estaría mil veces muerto porque cada vez que ella clavaba sus ojos en los míos, quería morir por acariciarla con mis pupilas.

Si las miradas matasen, me pondría delante del pelotón de fusilamiento de sus pupilas, para que disparase una y mil veces apuntando a este roto corazón.

Si fuese cierto que hay miradas que matan, digo yo que otras deben dar vida, deben salvarnos de pasados imperfectos acribillando a nuestros demonios solo con las chispas de alegría que brotan de esos sus dos ojos al mismo tiempo que brotan lágrimas felices de los míos.

En contra de esas miradas que matan, están las mías, que lo que hacen cuando bailan por su cuerpo es amar cada centímetro de esa piel con olor a salitre y aceitunas, a cada centímetro de esa piel del color de la arena de la playa mezclada con el brillo de la luna llena.

No, mi mirada no la mata, la mía le hace el amor, despacio pero con fuerza, con ternura y un temblor involuntario en mi pecho, con mordiscos, uñas y suspiros fluyendo por su espalda.

Si las miradas matasen yo estaría muerto, a base de la envidia que me tiene el mundo por haberla mirado con mis ojos después de que los suyos me diesen vida.

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