martes, 24 de abril de 2018

NÁUFRAGA 3. Y FIN.

Ella seguía allí, en medio del océano frío y él lo sabía.

Paró su barca un momento para pensar y en contra de sus principios, en contra de todo lo que siempre había pensado y sentido, dio la vuelta y enfiló su proa en dirección a donde la había dejado intentando flotar; enfiló su proa y remó a buen ritmo, con miedo a llegar a ese punto y que ella ya se hubiese hundido.

Pero no, ahí estaba ella, haciendo algo que parecía un intento de juntar los trocitos de madera podrida en que se había ido convirtiendo el tablón.

Y a él le dio pena, mucha mucha pena.

Se acercó un poco más a ella y le preguntó: te importa explicarme que haces, que intentas?

Ella, puso una cara a medias entre alegrarse todo lo que alguien se puede alegrar y de miedo ante no saber cómo actuar y le contestó: voy a juntar todos los pedazos y volver a dejar el tablón como estaba el día que me cogí a él con desesperación, voy a hacer lo que sea para que vuelva a ser el tablón con el que construir la puerta de la casa que quiero, para que proteja a mi familia de todo mal que pueda venir de fuera.

"Sabes que no va a resultar, la madera está podrida y deshecha, no se puede reparar lo que hace ya mucho tiempo que se rompió y solo vas a conseguir que las astillas se te claven aún más en las manos y las heridas se infecten; te hundirá y te ahogarás. Dame la mano y sube a mi barca, te lo pido por favor, sobre todo por ti" contestó él.

"Déjame y vete, por favor, porque cada minuto que pasas aquí, a mi lado, me gusta y me duele a la vez, me hace sentirme segura y perdida al mismo tiempo, eres mi refugio y también la nube de mi tormenta" dijo ella entre lágrimas que se perdían en el salado mar, como si nunca hubiesen sido derramadas.

Y entonces a él la pena le estrujó el corazón hasta el punto que le dolía tan sólo que palpitase.

E hizo lo que juró hace tiempo no volver a hacer, nunca más.

Se descalzó, se quito la camiseta con rapidez y...se lanzó a las frías aguas para intentar sacarla a ella de la forma que fuese.

Dio las dos brazadas que los separaban y se acercó al cuerpo de ella, y entonces comprobó lo frías que eran esas aguas y el poco calor que le quedaba a ella.

La abrazó y ella se agarró a su cuello como quién se agarra a la cuerda de la que cuelga sobre el abismo, se agarro y tembló al mismo tiempo, escondiendo la cara en el pecho de él, apoyando su mejilla sobre los tatuajes que cubrían su corazón y se sintió tranquila, relajada, se sintió ella misma a pesar de que llevaba años siendo tan solo una sombra de quien era en realidad.

Él se dio cuenta entonces de que si, se había agarrado a él con un brazo, pero su mano seguía aferrada a ese trozo de madera que hace mucho fue un tablón.

"suelta ese destrozado e inútil trozo de madera de una vez, suéltalo, ya no lo necesitas, suéltalo y subamos a mi barca, yo te ayudo a hacerlo" le dijo el.

Y ella, con una máscara de pánico y culpa en su cara dijo "no puedo hacerlo, si lo suelto siento que algo malo le pasará, siento que si lo suelto nunca volveré a sentirme segura del todo y eso me da miedo, todo el miedo que se puede esconder en un cuerpo tan pequeño"

"Por favor, suéltalo" Le pidió el, al mismo tiempo que alargó la mano para intentar soltarle los dedos de ese patético trozo de madera al que había empezado a odiar por la sensación de impotencia que le generaba.

Ella entonces se puso a patalear, a gritar y a llorar, a forcejear y dar manotazos, hasta que uno de los manotazos le dio en plena cara.

Y dolió, dolió tanto que sintió que las fuerzas lo abandonaban, y notó que se hundía, que ella nunca se dejaría salvar y acabaría arrastrándolo a él cuando se hundiese...y él también se ahogaría.

Y de repente la soltó, nadó hasta su barca y subió a ella lo más rápido que pudo, con el cuerpo agarrotado por el frío de esas aguas negras y se preguntó como sobreviviría ella, sabiendo que no, que nadie sobrevive a tanto frío, más pronto o más tarde acabas paralizado y te hundes.

Se giró por última vez, negándose a secar su cuerpo, sintiendo que lo que le goteaba del rostro no era agua de mar, que el sabor salado era una mezcla de sus lágrimas y de la sangre que goteaba de su labio, sin querer averiguar si la herida era fruto del golpe que ella le había dado o sí se lo había producido él mismo a fuerza de morderse en un vano intento de impedirse llorar, de que le doliese más el labio que el corazón.

Y a pesar de todo, aún le quedó un poco de esperanza para girarse y dedicarle un último "quédate conmigo y no te vayas nunca" a lo que ella negó con la cabeza y con ojos que pedían disculpas le dijo "no puedo, tengo que intentarlo, aunque sepa en el fondo de mi corazón que es la decisión más estúpida e inútil de mi vida, no puedo dejar de intentarlo por última vez, y si...."

Y el se sentó cogió los remos con decisión y empezó a remar, con fuerza, con energía, como si tuviese la mitad de los años que ya tenía; remó y agarraba con tal fuerza los remos que los nudillos se le pusieron blancos de que no circulase la sangre por sus dedos.

Y ella entonces gritó "gracias por todo, te quiero mucho, y estate tranquilo que si al final el tablón se deshace, si no logro arreglarlo, soy lo bastante fuerte para nadar sola, como tú me has enseñado"

El siguió remando sin girarse, deseando que ella tuviese razón pero sabiendo que tal y como la vida le había enseñado a través de los años  eso no iba a pasar y que ella al final se hundiría de una manera u otra, y se ahogaría.

Y siguió remando, sin parar.

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