No sabría explicártelo mejor, pero al menos lo voy a intentar: eres de esas personas que, sin ser extremadamente guapas, tienen algo que las convierte en preciosas.
Y no te hace falta mucho, con cualquier cosa, sales a la calle y desprendes energía; sonríes y joder...
Ya, ya lo sé, no es fácil que tú quieras a nadie.
Hablo de querer de verdad.
Pero yo al menos sé, que cuando quieres, quieres con toda tu alma. Y entonces, muy mal tienen que hacer las cosas para que te marches.
Pero alguna vez las hicieron mal, jodidamente mal.
Y ahora, ahora te cuesta horrores.
No quieres una sola decepción más.
Y a todo le pones pegas.
Absolutamente a todo.
Se le llama miedo.
Bueno, tú quizá le llamas escudo.
Al menos, gracias a eso, siempre abres tus ojos todo lo que puedes, por si acaso.
Y son preciosos...
Me rindo ante la evidencia vestida de belleza y ante el irresistible impulso de robarlo y pegarlo.
Y duele admitirlo.
Y si, son preciosos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario