sábado, 12 de mayo de 2018

LA NIÑA MUJER.

Era increíble saber que dentro de ese cuerpo de mujer vivía una niña juguetona.

Y esa niña que vivía ahí dentro era su mejor secreto, el mejor guardado, ya que solo la dejaba salir cuando estaba relajada, sola o en compañías muy seleccionadas.

La dejaba salir y ella se ponía a bailar por la casa al ritmo que le marcase el corazón en ese momento,; la dejaba salir y la niña se ponía a correr por el parque, a hacerte cosquillas si te tenía a su alcance, a tirarte migas de pan mientras intentaba ponerte serio con ella sin conseguirlo.

Esa niña era su más preciado tesoro, esa parte de nosotros mismos que protegemos de todo mal externo, de las malas intenciones de toda esa mala gente con la que nos relacionamos a diario.

Esa niña jugaba reía, saltaba los charcos, hacia coronas con flores, dejaba las verduras apartadas en el borde del plato, se escondía traviesa cuando sabía que la buscabas para salir de un salto tras de ti por sorpresa, sacaba la lengua a la gente demasiado seria, y pintaba estrellas en mis mejillas con sus labios pintados.

Adoro esa niña, mucho, tanto que cada vez que ella la sacaba no tenía más remedio que ponerme unos pantalones cortos, llenar mis bolsillos de canicas y soldaditos de plástico y bajar con ella a jugar a nuestro parque favorito.

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