sábado, 15 de julio de 2017

DERROTADOS? SOLO SI QUEREMOS.

Demasiados golpes en la vida duelen, porque todos los golpes duelen aunque a veces podamos aguantar ese dolor o hacer como que no lo sentimos, pero no puedes estar aguantando golpes de por vida, sin hacer nada, por muy dur@ que te pienses que eres.

Llega un momento que los golpes te tumban, te dejan en el suelo hecho un bulto que solo intenta protegerse con brazos y piernas para que esos golpes que no dejas de recibir no afecten a partes vitales, de esas que no se recuperan o que pueden matarte; estás ahí, rendido, dolorido sollozando de miedo y dolor, con algo de rabia pero no la suficiente para levantarte y pelear, derrotado, estás simplemente derrotado.

Y el problema se acrecenta porque mientras estas ahí hecho un ovillo, te proteges tanto de los golpes que no sientes los abrazos, no dejas que te lleguen los besos ni eres capaz de agarrarte a la mano que te ofrecen para levantarte y escapar de ahí; preferimos seguir recibiendo golpes, con la falsa seguridad de que ya estamos acostumbrados a ellos y de que al menos no nos van a matar...y es falso, pq los golpes que nos dan, sangran, aunque sea poco, pero sangran y han sido tantos, son tantos que nos desangramos poco a poco sin darnos cuenta de que no necesitamos estar con las tripas fuera para morir, preferimos una muerte cómoda... como los cobardes, porque nos engañamos a nosotros mismos diciendo que no es tan malo estar así, porque al menos cuando necesitan retomar fuerzas no nos pegan y esos instantes en que dejanos de sufrir, nos intentamos convencer de que somos felices: típico caso de persona maltratada al uso, típico caso de perro al que su amo maltrata pero agradece un plato de comida moviendo el rabo, ya que ese pequeño instante le hace olvidar durante unos minutos todo el mal que está sufriendo.

Falsa felicidad fugaz.

También podríamos no caer ante los golpes, levantar los puños y plantar cara sin descanso, sabiendo que igual perdemos la pelea, pero sin estar dispuestos a rendirnos...pero claro, si ya no nos quedan fuerzas, si no nos aguantan las piernas sin doblarse, si los golpes que pegamos apenas tienen fuerza para hacer daño...nos van a hacer un K.O. en cualquier momento y quizás no nos levantemos antes de.contar hasta diez y suene la campana...y terminaremos de la misma manera: derrotados.

Aun nos queda una tercera opción, la mas cómoda, la mas  lógica, la mas sensata y es dejarnos levantar del suelo, dejarnos abrazar mientras nos curan, porque pocas cosas no se pueden curar con un abrazo sincero, y apoyarnos en el hombro de quien nos intenta ayudar para pelear juntos, porque en toda pelea, cualquier ayuda siempre viene bien, y reponer fuerzas mientras pegan algunos golpes por nosotros, mientras paran con un escudo los golpes que nos dan, protegiéndonos, mientras nos dan de beber y de comer y hacen que poco a poco tengamos fuerzas para devolver nosotros mismos los golpes, para pararlos, para esquivarlos, para no dejar que nos hagan tanto daño, aunque siempre nos llevemos algún puñetazo que nos hara mas fuertes, mas.precavidos y mas rápidos para esquivar; esa ayuda nos llena de fuerza, nos reconforta, nos repara para dejar de ser juguetes rotos y además pone una sonrisa en.nuestra cara, de las de verdad, no de las de engañar al mundo.

Y es que a veces, estamos tan vacios, tan hundidos, tan sumamente derrotados que no nos vemos con fuerzas ni siquiera para agarrarnos a esa mano que nos levanta y que nos puede salvar; estamos tan ciegos y tan bloqueados por los golpes que nos negamos a creer que alguien nos puede hacer bien y pensamos que lo único que va a traer a nuestras vidas es mas dolor, mas golpes.

Algunos, preferimos cuidar a maltratar, ayudar a dar problemas, abrazar a empujar, coger de la mano a formar un puño con ella, entregar a prohibir, preferimos besar a pegar, hablar con tranquilidad a gritar, la conversación al reproche, dar libertad a construir una jaula de oro, compartir a ser egoístas; algunos preferimos amar de corazón y sin reservas a odiar y despreciar, aunque seamos tan pocos que casi no resulte creíble...y dé miedo dejarse querer.

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