jueves, 28 de junio de 2018

EMPEZAR A CAMBIAR.

Cualquier día es bueno para empezar de nuevo.

Solo necesitas el motivo, el estímulo preciso, la decisión y la valentía de querer cambiar tu vida, o seguirla en otro lado, o pintarla de color arcoiris y echarle perfume con aroma a besos de chocolate, caricias de caramelo y abrazos de nata; de fresa y nata casi que mejor.

Y no significa que rompas con todo, significa que mejores lo que no te gusta.

Que te cambies el pelo, te pongas unos taconazos o unas deportivas, lo que te apetezca, que metas en tu maleta todo lo que amas (todo, hasta lo que piensas que no va a caber...) y busques un nuevo horizonte, cerca, lejos, en tu misma calle o al otro lado del mundo.

A veces solo hay que regresar a lugares conocidos, pero para hacer cosas nuevas.

Otras veces los cambios debemos hacerlos en nuestra cabeza, en nuestra manera de ver las cosas, de esa forma en que metes todos tus miedos y tus dudas en una bolsa reciclable y los tiras al contenedor de residuos orgánicos.

Siempre hay un mañana, y todos esperamos que sea mejor, pero las cosas buenas a veces le ocurren a cualquiera, mientras que las cosas magníficas, grandiosas y especiales solo les ocurren a los que van a por ellas.

Y se lo curran.

Y entregan.

Y abren la mente y el corazón.

Al final, lo mejor de la vida es solo para los valientes, y no me refiero a dinero, posición, lujo, me refiero a suspirar una tarde de domingo tumbado bajo un árbol y sobre la hierba, sabiendo que tienes una vida tan plena que tienes familia, amor, un hogar, una sonrisa de buenos días, un trabajo que te llena, un beso de buenas noches, una máquina ruidosa con la que escapar de la monotonía girando la muñeca, algo que te emocione en el momento preciso, alguien a quien criar, una mano que no te soltará jamás y por tener, tienes hasta sueños por cumplir.

Ahí están las cosas especiales, magníficas y maravillosas de la vida.

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