jueves, 12 de julio de 2018

CON LOS BRAZOS CRUZADOS.

Se acostumbró a ir por la vida con los brazos cruzados, serio y su cara no ofrecía amistad precisamente.

La vida le había dado tantos palos y tan fuertes que había transformado a ese niño dulce y amable en alguien cuya primera impresión era dura y seca.

Se había cruzado con tan mala gente y su memoria retenía tan malos recuerdos que inconscientemente, cruzaba los brazos para marcar una frontera, una línea que no cruzarse nadie que él no quisiera.

Y no se daba cuenta de que ese mismo muro protector lo separaba de gente que no quería dañarlo, solo conocerlo.

Sin saber cómo, un día se vio reflejado y odió ver que a veces, ese hombre, si no se le conocía, inspiraba miedo.

Y le dolió.

Y lo que más daño le hizo es que lo vio reflejado en los ojos de ella, de ella de quien solo pretendía que viese el tipo de persona que era en realidad y no la fachada que el tiempo, los años y los daños habían construido.

Quien lo conocía, sabía que era un tipo bromista, sensible, preocupado por los suyos, divertido, sincero hasta la incomodidad, y cariñoso, sumamente cariñoso con quien era merecedor de ese su cariño.

Además de eso, quien lo conocía bien, quien lo conocía a fondo, descubría un universo aparte, un mundo que guardaba en su interior y que nada, absolutamente nada, tenía que ver con esa primera impresión que proyectaba.

Cada día luchaba para que ese hombre seco, duro y que se protegía de todo el mundo fuese más abierto, que diese la mano y no enseñase el puño, que su sonrisa fuese de bienvenida y no una delgada y rígida línea en su rostro.

Cada día lo hacía, cada día avanzaba un poco más en esa dirección.

Cada día desde que enterró una pala en el desierto y con ella al hombre malo que la había usado durante tanto tiempo.

Y cada día desde aquella fecha, enterraba en el desierto uno de sus demonios interiores, cada día uno.

Los enterraba para que no escapasen y dejasen de ocultar a su verdadero yo.

Cada día, cada beso, cada caricia, cada sonrisa que ella le dedicaba, cada una de esas cosas buenas que metía en su vida y ocupaban el lugar vacío de cada demonio interno que sacaba de si mismo.

Porque era increíble lo que esa mujer había logrado de ese hombre, todo lo bueno que había devuelto a su alma.

Solo con amor.

No hay comentarios: