viernes, 20 de julio de 2018

AGARRADO A LA IMPERFECTA.

Esta mañana  entraba a la ciudad agarrado a la Imperfecta, con fuerza, relativamente pronto para ser un día libre.

La sentía vibrar entre mis piernas y me lanzaba adelante a cada golpe de gas que le daba.

Fuerza salvaje pero controlada por mi.

Y por un momento he sido feliz, me he sentido libre y solo eramos ella y yo.

Bueno, y los cientos de ojos que nos miraban pasar, con cierta envidia.

Y lo que tiene ir en moto y disfrutarlo es que entras en cierto estado zen.

Y piensas.

Y ves muchas cosas claras.

Y es que a veces, con lo mínimo eres feliz  aunque la mayoría de las veces ese mínimo nos empeñemos en despreciarlo por egoísmo y ambición, por ese jodido vicio que tenemos los humanos de querer más de lo que tenemos.

Más, siempre más.

Vemos o pensamos en algo que no tenemos y lo queremos con todas nuestras fuerzas, como si fuese el Santo Grial de nuestra felicidad y aunque a veces es así, cuando lo logramos o lo tenemos a nuestro alcance, nos parece poco, generalmente porque como ya lo tenemos pensamos que no lo perderemos, que siempre estará ahí, donde decidamos dejarlo.

Y nos equivocamos una y otra vez y no aprendemos.

Siempre queremos más.

Más lujo.

Más belleza.

Más diversión.

Más dinero.

Más juventud.

Más rápido.

A veces incluso, más cosas malas.

Por egoístas.

Por ambiciosos.

Por idiotas más que nada.

Somos como el niño que llora a su madre por un juguete hasta que ella se lo compra y una vez conseguido...quiere otro, por el que no deja de llorar hasta que lo consigue, dejando arrinconado el antiguo.

Conseguimos el juguete nuevo y muchas veces se nos rompe nada más sacarlo del envoltorio.

Y entonces lloramos porque ya no tenemos con que jugar.

Esta mañana, entraba a la ciudad agarrado a la Imperfecta y pensaba que realmente, cuando más feliz eres es cuando la vida te da las cosas justas y necesarias, las cosas importantes.

Un trabajo que te permita vivir digna y cómodamente, que te permita tener tiempo para tu familia y para ti mismo.

Una casa, aunque no sea de tu propiedad, que te permita vivir y tener un hogar, para ti y los tuyos; un lugar donde dejar al otro lado de la puerta toda la basura que nos rodea y sentirnos a salvo.

Una persona que te quiera tanto como tu la quieres a ella, del mismo modo, que te devuelva el amor que tu le das y sobre todo que lo valore; que esté a tu lado en las buenas y por supuesto en las malas y que en sus malas no seas una preocupación más, si no un refugio, una solución, esa mano que agarrar y la piedra en la que apoyarse para no caer; esa pieza  central que una todo tu puzzle.

Una familia, que sea tu hogar, que haga hogar, que te haga disfrutar, por quienes darlo todo.

Amigos de verdad, de los que siempre están ahí y que más que amigos son familia.

Y en mi caso, una moto, mi moto, mi Imperfecta, que me ayude a escapar de los agobios diarios para llegar limpio a casa, a mi hogar, con mi familia, con mi amor, con una sonrisa en la cara y sin haber cruzado los brazos en todo el día.

Realmente, lo piensas y no es pedir tanto, no son cosas imposibles que solo existan en los sueños, aunque sean un sueño para mi.

A veces, para disfrutar más, para ser más feliz, simplemente hace falta tener un poco menos.

No es nada del otro mundo, no es exigirle demasiado a la vida...pero me faltan piezas para juntar mi felicidad, así que habrá que hacer una lista y seguir caminando detrás de ellas hasta ir consiguiendolas, con mi habitual cabezonería, con mi caracter de Tauro.

Esta mañana, entraba a la ciudad agarrado a la Imperfecta y me he fijado metas y plazos...para ser feliz.

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