jueves, 22 de marzo de 2018

NAUFRAGA.

Pasó la tormenta que provocó el naufragio y ahi quedó ella, flotando en medio del solitario mar.

Estaba fría y empapada, las olas la golpeaban y si miraba bajo suyo, solo veia unas negras aguas que parecian no tener fondo.

Y en mitad de ese infierno se agarró a lo primero que tocaron sus manos, un tablón que flotaba a la deriva; algo a lo que aferrarse con todas su fuerzas para no morir ahogada.

Y agarrada a él por fín pudo descansar y encontrar algo de alivio.

Pensó que ese tablon además de salvarle la vida, la llevaría a alguna playa en la que poder tumbarse y descansar, donde poder dejar de nadar y secarse al sol; una playa en la que construir una casa y un hogar, para ella y para quien llevaba en su interior.

Pero el tablón no se movía, solo flotaba a la deriva; como mucho si coincidía que alguna corriente pasaba por allí se dejaba arrastrar, pero claro, los tablones no nadan, solo flotan.

Así, que siendo una mujer fuerte que habia sobrevivido a tormentas y naufragios decidió que sería ella quién nadaria tirando del tablón...y empezó a mover sus piernas agarrada bien fuerte a ese trozo de madera que quería utilizar como puerta de la casa que construyese alli, en la playa que soñaba alcanzar.

Nadó, braceó y movió sus piernas, un día y otro, incluso las noches también, en la dirección en la que ella pensaba que estaba su playa, pero no, no llegaba a ningun sitio.

No llegaba a ningún sitio y además cuando habia tormenta, el tablon se movia con las olas, volviéndose resbaladizo, lastimando sus manos y si el golpe de mar era muy fuerte, soltandose alguna vez, con el pánico que eso le generaba.

Las fuerzas se le acababan, las fuerzas y la esperanza de alcanzar esa playa, ya que aunque era una mujer fuerte y decidida, todo siempre tiene un límite, hasta la ilusión.

Y ese limite llegó el dia en que se percató de que el tablon habia menguado, que era mas pequeño y que se deshacía en astillas bajo sus dedos.

Ese tablon no aguantaría, acabaría desapareciendo y con él sus sueños de llegar a esa playa que tanto necesitaba.

Eso hizo que aun nadase con mas fuerza, a pesar de que cada vez se sentía mas cansada y tenia mas frio.

Entonces, una mañana, apareció algo en el horizonte.

Al principio pensó que sería la playa que tanto ansiaba, pero no. También pensó que quizas era un espejismo, pero dejó de hacerlo al comprobar que ese punto se movía en dirección a donde ella se encontraba.

Al fin ese punto en el horizonte llegó a su lado, como quien traspasa una puerta de cristal que se abre automáticamente.

Y resultó ser un hombre subido a una barca, una barca sencilla, un hombre sencillo, de cierta edad, no un niño, pero con vitalidad y fuerza para remar al ritmo que lo hacía.

Y ella sintió tranquilidad al verlo.

Masticaba un caramelo, y a pesar de que su semblante era serio, sonrió cuando ella le pidió un dulce, con esa extraña, fugaz y exclusiva manera que tenia de sonreír de medio lado, casi un esbozo de sonrisa y no otra cosa.

Y no le dio un dulce, le dio una bolsa llena de ellos.

Ella estaba alli aterida de frio, las manos lastimadas, las fuerzas a punto de desaparecer, las manos y los pies helados y con el agua por el cuello, mojando ya su cara...y agarrada a un tablón que ya no merecía tal nombre, solo era ya un trozo de madera, una miniatura de lo que algún dia fue, si es que algún dia fue un tablón y no es que la mente de ella quiso darle esa forma por la desesperación tras el naufragio.

El hombre de la barca la miró y le dijo: te he encontrado por casualidad, mientras remaba aburrido y sin rumbo fijo, tan solo huyendo de cualquier tormenta que viese a distancia. Veo que te estás hundiendo, agarrada a ese trozo de madera que te va a arrastrar al fondo con él cuando ya no sea mas que astillas flotando en el mar. Hazme el favor, hazte el favor y sueltate para subir a mi barca, que no es gran cosa, que es humilde, pero está seca y tengo una toalla para secarte, tengo mas dulces y a veces las gaviotas vienen y traen flores por sorpresa. Si te sueltas y subes, iremos a tierra firme, que tengo alli una cabaña, una pequeña cabaña pero que es un hogar, mi hogar y que será el tuyo, el vuestro si quieres venir conmigo; alli estarás seca, y caliente, y podras taparte con una manta cuando tengas frio y podrás dormir seca, porque no tengo mucho, pero si calor de hogar, un sofá cómodo, palomitas y una tele a la que no hacerle caso mientras nos abrazamos y comemos chocolate relleno de dulce de leche.
Sueltate, da dos brazadas y coge mi mano, sueltate y da esas dos brazadas por mucho miedo que te dé hacerlo, porque esas dos brazadas van a decidir que pasa con el resto de tu vida.
Sueltate y da esas dos brazadas y te prometo que no te hundirás, aunque tenga que tirarme al agua para salvarte, porque a mi no me da miedo mojarme.
Suéltate y sube y remaremos juntos hasta tierra firme, hasta esa playa en la que el sol caliente tu cara y dibuje una sonrisa perenne mientras las mejillas se te ponen sonrosadas.

Y diciendo esto, extendió su mano para que ella la cogiese.

Nunca me había costado tanto tiempo escribir un texto, casi una semana, quizas porque para mi, sea importante.

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