domingo, 11 de marzo de 2018

CAFÉ PARA GOLOSOS.

Entre pan de oro y telas barrocas enmarcadas en madera labrada, al frio calor de un café solo para golosos rieron y se contaron, amasaron su vidas con las manos recorriendo otras manos, patinando el dorso de los dedos por la piel de sus brazos, buscando caminos que llevasen un poco mas allá del corazón, allí donde la vida se ve con el blanco y negro del recuerdo.

Rieron con sus ojos al mismo tiempo que sus bocas paseaban cada pliege de los labios del otro y se hablaron, se contaron, se abrieron de par en par como las ventanas del dormitorio en las sobremesas de verano, para que entre aire fresco que rebaje la temperatura de la siesta.

Se dijeron palabras que cuesta pronunciar, sinceraron sus almas e hicieron apuestas sobre piel, sudor y ternura, apuestas que ambos querían perder a conciencia de que hacerlo sería siempre ganar.

E hicieron de la comodidad, la tranquilidad y del no mirar el reloj ni la pantalla del smartphone el plan perfecto para una tarde dominical del mes de Marzo, mientras fuera, al otro lado de esas puertas de madera añeja y tratada, la ciudad se dejaba invadir por una primavera inminente.

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