viernes, 16 de febrero de 2018

EL NIÑO ESCONDIDO.

Se miraba al espejo, ese que le devolvía la imagen de un hombre de ya cierta edad e intentaba mirar un poco mas dentro de ese reflejo.

A pesar de todos los miedos, duros, grandes y crueles miedos que se levantaban con él cada mañana, se sentía un hombre seguro de si mismo, tranquilo, maduro, experimentado en la vida; lo que se viene a llamar un hombre, no un niñato.

Miraba su apretado cuerpo tatuado y se daba cuenta de que ya no era el mismo de hace casi quince años y pese a aquello reconocia justo eso, el cuerpo de un hombre con mucho vivido pero tambien con mucho por vivir.

A pesar de eso, de las cicatrices vistas y sobre todo de las ocultas, de los surcos que su piel empezaba a padecer en el rostro, se sorprendia a sí mismo por como ese hombre podia transformarse con tanta rapidez en un niño.

Y es que para algunas cosas se convertia en un niño inmediatamente, un niño que queria jugar, sacarle la maxima diversion a la vida, saltar en los charcos descalzo y sin paraguas a pesar de que estuviese diluviando, un niño que dejaba de lado todas las caidas, las heridas y los repelones en las rodillas que se hacía si lo que pretendia era aprender a patinar, empezar a montar en bicicleta, comer dulces sin parar y sin pensar en el dolor de tripa posterior al atracón, llorar cuando algo lo lastimaba o no le gustaba o simplemente enamorarse como la primera vez.

Seguia sorprendiendole como valoraba tan poco los riesgos, los convencionalismos, los clichés impuestos por la sociedad, y las broncas que le pudieran caer de ''los mayores'' a la hora de hacer las cosas por puro placer.

Y si, se miraba al espejo y veia a un hombre maduro tratando de controlar a un niño loco y travieso, mantenerlo escondido y durmiendo dentro de sí.

No hay comentarios: