martes, 2 de octubre de 2018

ÉRASE UNA VEZ.

Érase una vez un hombre bueno que había hecho cosas malas, que vivía con los brazos cruzados, una mirada dura, un cuchillo al cinto, una pala en el maletero y una pistola bajo la cama; el alma atormentada, la conciencia intranquila, los ojos esquivos y ocultos bajo unas gafas negras...y las noches llenas de pesadillas.

Érase una vez, una mujer bella y salvaje, de pelo cambiante y piel pintada, un hada con unas alas rotas que no la dejaban volar al reino de los sueños chalados, cicatrices en el corazón, las manos cansadas de pelear, una sonrisa para cada ocasión, una almohada empapada de lágrimas, un cachorro que cuidar, tres equivocaciones con dni y con fotos compartidas, un puñado de sueños por cumplir y otras tantas ilusiones rotas.

Érase una vez que ambos se encontraron de cara y de golpe al girar la misma esquina en direcciones opuestas, por una de esas casualidades que se le escapan a la vida como caprichos del destino.

Érase que se miraron en los ojos y a pesar de no haberse visto nunca, creyeron conocerse desde siempre.

Y Érase una vez un país muy lejano en el que ambos se sonrieron y entrelazaron sus dedos.

Y él masajeó los pies que ella traía cansados de tanto andar al no poder volar, cosio los rotos de sus alas para que pudiesen levantarla de nuevo del suelo, besó cada una de sus heridas hasta convertirlas en cicatrices y construyó un paraguas de hojas de palmera para que la lluvia no mojase esa caperuza roja con la que ella se protegía del frío, sin saber que ese frío provenía de dentro de sí misma.

Ella lavó cada uno de los pecados que él había cometido con lágrimas de sus mágicos ojos color café, tiró a un profundo agujero el cuchillo, la pistola y la pala que tanto le pesaban a él y los cubrió con toneladas de amor y risas sinceras para que nunca nadie pudiese desenterrarlos de en medio del desierto de plásticos blancos que se divisaba desde el castillo de aquel reino lejano; lavó sus pecados y al hacerlos desaparecer cambió los ojos duros de ese hombre por otros que sólo llevaban esperanza en sus pupilas.

Y colorin colorado, se intercambiaron los corazones, ahora llenos de sol, bondad, cariño, respeto y una sinfonía de risas que sonaba cada vez que se enfrentaban al mundo cogidos de la mano.

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