jueves, 25 de octubre de 2018

MALETAS EN SU ALTILLO.

Me recuerdo en esta fotografía por las tantas veces que estuve así, delante de mi maleta,

Tantas veces que hasta le cogí cariño al hacerlo.

Me recuerdo en esa fotografía y viene a mi mente la sonrisa y felicidad con la que la abría al llegar a su casa, con la dicha de saberme cerca de ella por cierto tiempo

y por qué no decirlo también, por la esperanza de que algún  día esa maleta se quedase vacía y su contenido descansase en un armario que no fuese suyo, si no que fuese nuestro, que esa maleta no se abriese por última vez en su casa, si no en nuestra casa.

Su maleta, también se abrió en mi casa alguna vez y cada vez que lo hacía, venía a mi esa sensación de felicidad de saber que por algún tiempo, estaría a mi lado, muy cerca.

Y si, por supuesto también disfrutaba de esa sensación de esperanza de que algún día, todas las maletas se quedasen guardadas en el altillo y sólo se les permitiese salir para disfrutar de algún viaje juntos.

Me recuerdo en esa foto, con el nudo en el estómago que se formaba cada vez que tocaba hacer el camino inverso, el de acomodar mi ropa en esa maleta y partir camino de la rutina y la añoranza.

De pasar los cierres y la cremallera y con ellos intentar guardar y mantener todos los momentos de felicidad vividos esos días atrás.

Y ahora la miro ahí, en su altillo, castigada a no salir nunca más, para que guarde dentro de su vacío todos los momentos, los abrazos, las risas, los suspiros, las caricias, la esperanza y el amor que viajaron dentro suyo.

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