Tenemos que llegar ahí, hasta donde todo el mundo dice que está la felicidad.
Y una vez en ese punto, cuando veamos que ahí solo está su felicidad y no la nuestra, deberemos avanzar un poco más.
Y quizás salirnos del camino.
Aunque haya alguna piedra y las ramas tal vez nos arañen las piernas.
Buscando una senda que nos lleve hasta lo alto de un cerro, frente a las montañas nevadas.
O hasta una cala perdida bañada por el Mediterraneo.
O quizás hasta un claro en mitad de un bosque, donde la senda se divida en otras tantas y haya un poste con carteles de madera que indiquen lugares como:
La casa de la abuelita ->
<- Villa Tres Cerditos
Castillo de Cenicienta ->
<- País de Nunca Jamás
El Páramo ->
Sea donde sea que nos lleven nuestros pasos debemos llegar allí donde nos sintamos en paz y felices.
Y llegar para quedarnos
y no marcharnos jamás.
Con los nuestros.
Donde reside nuestra felicidad.
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