jueves, 27 de junio de 2019

Y LA VIDA SE ABRE.

Si, las cosas duelen, los recuerdos duelen, los "pudo ser" duelen, todo eso que dimos y que se escapó como agua entre los dedos de la mano duelen.

Pero nada duele para siempre.

Poco a poco, vas cogiendo ese dolor y apartándolo de ti para que no sea un velo evidente cuando te miran a los ojos.

Poco a poco te levantas la comisura de los labios aún teniéndola que sujetar con alfileres, que duelen mucho menos que el no ser capaz de sonreír.

Poco a poco te vas obligando a encontrarle el placer a un paseo por la playa o por el bosque, a mirar las nubes y no pensar que va a llover si no simplemente intentar asemejar su forma a figuras que te gusten, como cuando eras un niño y tu máxima preocupación era no perder las canicas y saber hacer bailar la peonza cada vez más tiempo.

Redescubres el placer de tener tiempo para pensar en tus cosas, en tus ilusiones, en esas pequeñas cosas cotidianas que no son un mundo pero te dan satisfacción.

En cuidarte por fuera y también por dentro, porque tu cuerpo refleja el estado de tu alma.

Disfrutas la brisa en la cara, el sol en la espalda, chuparte los dedos porque el helado que tienes en la mano se derrite más rápido que tus ganas de pasarle la lengua hasta hacerlo desaparecer.

Y vas encontrando cada día un poco más de paz.

Y de serenidad.

Y las sonrisas brotan aunque no estemos en Primavera.

Ves que como la felicidad está únicamente en tus manos estas en el camino correcto.

Y te sientes salvado mientras suena "Sálvate" en tus airpods.

Y la vida se abre, tu vida se abre.

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