De pequeña siempre habia querido tener una casa de madera en el arbol, su refugio donde esconderse, donde guarecerse cuando las cosas no iban bien, ese lugar donde guardaba esa muñeca a la que l faltaba un ojo pero que era la que mas amaba, a la que le contaba sus secretos, el lugar donde escondia ese trozo de cristal desgastado que encontro entre las piedras de la playa y que para ella era una esmeralda, una joya, un refugio en cuyas paredes colgaba sus dibujos, donde poder leer sus cuentos preferidos y tomar chocolate de barro y galletas de madera con su viejo oso de peluche, ese oso con quien recreaba las historias de principes y princesas que creaba en su cabeza.
Un refugio donde subia a descansar tras estar todo el dia de aventuras con su bicicleta, tras jugar a piratas con los niños mas malos del barrio, tras saltar las verjas de los parques cuando estaban cerrados y sacar de eso el placer de la trasgresión.
Y creció sin poder tener esa casa en el arbol, hasta que lo conoció a él.
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