viernes, 5 de noviembre de 2021

EL NIÑO QUE ME SALVÓ LA VIDA.

Hay veces que vives muerto sin saberlo, 
en una suerte de carrrusel vacio en el que se ha convertido tu vida.

Y no es que seas infeliz, 
simplemente no eres feliz,
simplemente no eres.

Hay dias, veces en la vida,
en las que tropiezas y caes,
tropiezas con una piedra, 
con una persona que te hace caer, 
o quizás tropiezas contigo mismo y tus circunstancias,
y no sabes siquiera que llevas caido en el suelo desde hace años.

Tambien hay otros dias en los que tropiezas y tu vida se levanta,
quizas con una piedra, 
casi nunca contigo mismo y tus curcunstancias,
y la mayoria de las veces ese tropiezo tiene forma de persona.

En mi caso ese tropiezo no tenia forma de persona, 
tenía forma de personilla, 
de cuerpo menudo, 
ojos expresivos,
pelo rebelde,
y una de esas sonrisas contagiosas que son calor en invierno,
aroma a paseo sobre ojas secas de otoño,
y brisa fresca en el tórrido verano.

Una sonrisa de esas que son paz,
de las que dan ganas de coger de la mano para cruzar la calle con seguridad, 
sabiendo que con esos dedillos agarrados a tu palma la vida te pone todos los semaforos en verde.

Hay veces en la vida en las que pensamos que tenemos que salvar al mundo de si mismo,
salvar amigos, familiares o incluso gente que pasa por tu vida y que quiere cualquier cosa de ti menos ser salvada.

Hay tambien veces que quien piensas que estás salvando realmente te salva a ti, 
ya sea con un abrazo, un  beso, un poco de atención, haciendo trampas a las cartas, con un dibujo dedicado o por el simple hecho inconsciente de hacerte un hueco en su vida y darte un lugar en su familia.

Las pequeñas revoluciones que esperamos, a veces ya vienen un poco crecidas, aunque sus pasos sigan marcando un nuevo rumbo y dirección,
aunque su ferocidad aleje las bestias que habitan en tu memoria y miedos y los cambie por pura inocencia de igual modo.

Ocurre de vez en cuando que los heroes tienen huecos entre los dientes, parches tapando agujeros en las rodillas de sus pantalones, miedo a las puertas cerradas, un cajon lleno de juguetes desmontados, ganas de salir y explorar el mundo encima de un patín y un apellido que no coincide con el tuyo, aunque lo sientas mas tuyo que cualquier otra cosa.

Porque hay "buenas noches en la cama" que das y te permiten dormir en paz pero con un ojo abierto y platos que se vacían rápido que te alimentan el alma.

Es por eso que él es el niño que llegó para salvarme la vida y que al fin lo consiguió.







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