viernes, 25 de mayo de 2018

PEREZA.

No se quería levantar de la cama y si, era por pereza.

Le daba pereza dejar de sentir esa sensación de calma, de la tranquilidad que genera el sentirse protegida con dos brazos alrededor y un pecho cubriendote la espalda.

Miraba de reojo el smartphone sobre su mesita de noche y le pedía que los minutos que faltaban para que volviese a sonar la alarma tuvieran más de 60 segundos y de esa manera poder disfrutar de la borrachera que le producía la mezcla de su perfume y el beso suave que cada ciertos minutos él le daba en el cuello, la nuca o el hombro.

Era pereza lo que le impedía levantarse de un salto como todos los días en que no dormía con él al otro lado de la cama, sobre todo pereza al saber que gran parte del día estarían separados...pensándose mutuamente pero separados.

Lo que no le daba pereza era poder haberse dado la vuelta, haberlo mirado a los ojos cerrados, besarlo y decirle al oido: me vas a hacer el amor ahora o un poco más tarde?

Y amarse.

Y volverse a dormir después de reír y suspirar, entre "te quieros", ternura, mordiscos y mucho, mucho amor cubierto de saliva y sudor.

La alarma volvió a sonar, alargó el brazo, la apagó y cuando intentó levantarse después de juntar toda su decisión para hacerlo, sintió que los brazos de él la apretaban para que no se levantase mientras oía su voz pegada al oído que le decía "déjame disfrutar dos minutos más del placer de abrazarte, dos minutos más antes de levantarte"

Y es que a él, también le daba pereza quedarse en la cama sin ella.

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