jueves, 27 de diciembre de 2018

TODAS LAS MUJERES QUE HABITAN EN TI.

De todas las mujeres que habitan en ti, me enamoré.

Me enamoré de esa cariñosa, que te coge la mano sin querer hacerlo, que te besa la espalda antes de dormir, que te da un gracias tímido porque no le gusta deber nada a nadie.

Me enamoré de la madre entregada, que hace todo lo posible por educar, querer, corregir, suplir lo que otros deberían dar y no dan y disfrutar viendo crecer a lo que más quiere.

Me enamoré de esa  la soñadora, la que tiene ilusiones, planes de futuro  esperanzas  ambición sana y ganas de comerse el mundo a bocados.

Me enamoré de la apasionada, de la que clava sus uñas en tu espalda y piernas, de la que te abraza hasta con una fuerza nunca vista, de la que pasa sus labios por tu cuerpo y se desprende de sus cadenas siendo ella misma en lo que duran 5 suspiros, 8 gemidos y un "te quiero" susurrado.

Me enamoré, aunque a veces la odie, de la cambiante, de la cobarde, de la indecisa, de la que se engaña a sí misma e interpreta un papel que no se ajusta a su piel, negándose a sí misma eso por lo que al mismo tiempo suspira.

Me enamoré de la aventurera, de la dinámica, de la que corre, de la que cuesta seguir entre curvas de negro asfalto, salta desde las alturas y saca las manos cuando la montaña rusa alcanza su punto más alto.

Me enamoré de todas ellas y me enamoraría aún de las que todavia guardas dentro tuya, esperando ser descubiertas, como un tesoro enterrado en medio de la selva.

Me enamoré de todas, porque todas eres tú.

DE COLORES

Hay gente gris.

Gente que lo ve todo negro.

O blanco.

Hay gente que se pone roja de vergüenza.

Gente que es amarillo excitacion.

Otra gente que es verde y no de esperanza.

Hay gente que pretende tener una vida color de rosa.

Gente a la que le encanta ponerse morada con atracones del corazón.

Hay gente que ama el naranja de los atardeceres.

Y otros prefieren el azul del cielo sin nubes.

Hay gente, y esos me gustan mucho, que son del color del oro que desprenden sus alas de ángel.

O sus alas de hada.

Y luego hay gente transparente, que no tiene color, que puedes mirar a través de ellos hasta ver su alma bailando en su interior.

Y estos son los que cambian colores.

Hacen percibir más colores a los que lo ven todo negro, escriben con tinta mágica sobre el blanco con el que otros adornan sus vidas.

Que hacen lo posible por que el rojo de las mejillas sea de excitacion, de agrado y que la excitacion pase a ser del color que se prefiera, siempre con las luces muy bajas y música de fondo.

Gente sin color definido que convierte nubes grises en cielos azules en los que brilla el sol y que pintan la esperanza de verde, de rosa, o a manchas de varios colores, como el cuerno de un unicornio de peluche.

Hay gente que no tiene un color definido pero que tiene una caja de lapiceros de colores para dar el color justo a la vida de quienes tienen alrededor.

Aunque ellos no sepan muy bien que color adoptar y en su pecho se desate una tormenta que emborrone ese arcoiris que toda persona debiera tener dentro del corazón.

Y tú, tienes color?

domingo, 23 de diciembre de 2018

TE ESCRIBO

Te escribo, a todas horas.

Aunque no lo deje plasmado en estas páginas en blanco.

Te escribo, a todas horas.

En silencio, en cualquier rincón, en cualquier momento y en cualquier situación.

Te escribo a todas horas, en el café del despertar, en cada paso de mis paseos, en cada vez que respiro.

Te escribo, a todas horas.

Cada vez que miro un paisaje y te imagino disfrutándolo a mi vera.

En cada beso que guardo al no poder estampartelo en los labios...a quemarropa.

Te escribo, a todas horas.

En cada caricia que caduca en mis manos por no poder traspasarla esa piel que tanto amo, que huele a sonrisas y amaneceres del sur.

Te escribo, a todas horas.

En cada lagrima que derramo por alegría o por tristeza; cada lagrima de esas que lleva marcado a láser tu nombre, como se marca un diamante.

Te escribo, a todas horas.

Aunque me leas o no lo hagas, te escribo por no poder hablarte, por no poder tenerte, por no poder abrazarme a tu cuerpo y sentirme en casa.

Te escribo, a todas horas, a cada latido, a cada suspiro, de noche y de día, despierto o en sueños.

Simplemente te escribo.

viernes, 14 de diciembre de 2018

DEBÍA.

Sabía que debía dejar de quererla o al menos debía dejar de sentirla tan dentro suyo,

de sentir como entraba y salía de su interior a cada bocanada de aire que respiraba,

de verlo todo a través del tamiz de sus ojos,

de que cada objeto sobre el que posaba sus dedos tuviese el tacto tibio de su piel e hiciese plantarse el vello de su cuerpo como espigas de trigo mecidas por el viento de su voz.

Debía, pero no podía.

Había intentado rascar su corazón con un cepillo de púas metálicas para arrancar de él los recuerdos y todos y cada uno de los te quiero que le dedicó,

pero hay huellas que son caricias marcadas a fuego.

Sangró lágrimas y miedo y ni aún así pudo borrarla de sí.

Debía, pero no podía.

Debía, pero en el fondo no quería.

domingo, 9 de diciembre de 2018

DONDE RESIDE NUESTRA FELICIDAD.

Tenemos que llegar ahí, hasta donde todo el mundo dice que está la felicidad.

Y una vez en ese punto, cuando veamos que ahí solo está su felicidad y no la nuestra, deberemos avanzar un poco más.

Y quizás salirnos del camino.

Aunque haya alguna piedra y las ramas tal vez nos arañen las piernas.

Buscando una senda que nos lleve hasta lo alto de un cerro, frente a las montañas nevadas.

O hasta una cala perdida bañada por el Mediterraneo.

O quizás hasta un claro en mitad de un bosque, donde la senda se divida en otras tantas y haya un poste con carteles de madera que indiquen lugares como:

La casa de la abuelita ->

<- Villa Tres Cerditos

Castillo de Cenicienta ->

<- País de Nunca Jamás

El Páramo ->

Sea donde sea que nos lleven nuestros pasos debemos llegar allí donde nos sintamos en paz y felices.

Y llegar para quedarnos

y no marcharnos jamás.

Con los nuestros.

Donde reside nuestra felicidad.

jueves, 6 de diciembre de 2018

AQUÍ.

He perdido algo de mi tiempo en romper corazones y en acabar con el mío fragmentado como contraprestación.

He pasado noches entre risas, mañanas con resaca de amor, tardes de paseo por ojos perdidos en callejuelas estrechas.

He roto mis zapatos a base de andar caminos sin salida, de correr detrás de recuerdos en contra dirección, de dar un paso adelante y dos atrás.

He bebido de copas ajenas con licor propio, me he agachado bajo el caño de fuentes que parecían secas pero cuya agua salía fresca y cristalina, me emborraché en botellones de sentimientos que me hicieron vomitar las mariposas que me hicieron embriagar.

He llorado risas, besado silencios, mirado a oscuras, sonreído sangre y aplaudido dolores.

Y aquí estoy, a pesar de todo ello, a razón de otras tantas situaciones vividas, cicatrizando experiencias y curando heridas que nunca sanan porque no sigo los consejos médicos ni quiero medicar mi alma.

martes, 4 de diciembre de 2018

MALÉFICA

Decían de ella que era una bruja malvada, que echaba maldiciones a quien osaba contradecirla, que a su paso reinaba la oscuridad y el color gris, que su corazón era frío y duro como una piedra e incluso había quien decía que simplemente no tenía corazón.

Su mirada era fría, su boca una línea dibujada en un rostro duro y cuando sonreía...era una sonrisa a temer.

Su corazón tenía cicatrices y su espalda tambien, dos grandes y horribles cicatrices que dolían cada día al quedarse a solas consigo misma y que le hacían repetirse a diario y a modo de mantra malvado que el amor verdadero no existía.

Era incapaz de volar por encima de todos sus demonios interiores, surcar el cielo hasta atravesar las nubes grises y poder dejarse calentar por el sol radiante que todo lo cura y da color a las mejillas; ni con las alas que no tenía, ni con las que una vez intentaron prestarle.

Pero había algo que muy poca gente conocía...

Hubo un tiempo en que ella fue un hada, un hada feliz y sonriente que tenía unas alas preciosas, que volaba a toda velocidad rozando las aguas de los lagos con las puntas de sus alas y riendo al sentir su bello rostro salpicado por las gotas de agua.

Fue un hada, de esas que disfrutan haciendo travesuras, de esas que ayudan cuando pueden a quien lo necesita, que dejaba tras de sí un rastro de polvo mágico y miles de sonrisas.

Le gustaba subir muy alto y sentarse sobre una nube de algodón de azúcar a disfrutar del sol y pensar que lo que más le gustaría sería encontrar un gran amor con quien compartir toda la felicidad y los sueños que habitaban su alma.

Alguien que la amase bien y verdaderamente.

Pero un día, el desamor y un corazón negro, aprovecharon que dormía soñando como cada noche con unicornios de colores y en un acto cruel, cortaron sus alas y se las robaron.

Cortaron esas alas suyas que eran su vida y las encerraron en un sótano, dentro de una jaula y a cada uno de los barrotes de esa jaula le pusieron nombre, como por ejemplo miedo, dudas, frío, desconfianza, desesperanza, pérdida, vacío, llanto y un largo etcétera de nombres horribles que mantenían presas a sus preciosas alas.

Y su alma se perdió.

Se perdió y el hada feliz desapareció para convertirse en un ser que se obligaba a no amar a pesar de que la amasen bien, en un ser frío que en cuanto sentía algo de calor cerca de su corazón lo expulsaba al país de las sombras por temor a que convirtiese en agua esa armadura de hielo que había construido para su precioso cuerpo.

Pero en los días en que el sol se colaba tímidamente por algún diminuto hueco, ahí donde calentaba, surgía una flor.

Y ella, que en el fondo era un hada chalada de los sueños, sonreía tímidamente, con dulzura, recordando los días en que fue feliz y creía que había algo llamado Amor que llevaba su nombre grabado y era exclusivo para ella.

Y a pesar de haberse convertido en el ser que era en ese momento, en su más hondo interior seguía viviendo ese hada juguetona que se moría por reír, por besar, por correr mientras era perseguida con el único afán de tirarla al suelo de cualquier prado y besarla entre flores y gnomos que aplaudían y al llegar la noche, quizás con un poco de suerte, ver su vida como si fuese una película con final feliz, tumbada en una cama y con la mejilla apoyada sobre un pecho que latía prácticamente sólo por y para amarla.

Y un día, cuando el mal sea vencido por todo lo bueno que ella lleva dentro y comprenda que si, que el amor verdadero existe, sus alas romperán esa horrible jaula y volarán para ocupar su espacio en esa preciosa espalda.

Y ella volverá a volar libre de todo lo que la sepulta.

Ese día, Maléfica volverá a ser un hada.