No pasa un solo día en que no cierre los ojos y vea esa sonrisa que era mi vida, haciendo que saliese el sol cada vez que ella la dejaba suelta por el mundo.
No pasa un solo día en que no busque sus ojos en cada par de ojos que me cruzo en cualquier lugar, aquellos preciosos ojos color miel de romero que te acariciaban por dentro a cada mirada, a pesar de ese fondo de tristeza que tenían.
Cada día, cuando abro la nevera espero sentir sus brazos saltar sobre mi por la espalda para alojarse en mi pecho y cada vez que abro una botella de vino mientras cocino, me parece oír que alguien me dice entre risas que si quiero emborracharla para aprovecharme de ella, como si no supiese ya que lo que quería es que se aprovechase ella de mi hasta quedarse exhausta.
No hay día que caiga de mi calendario sin que añore esos abrazos que nos hacían uno mientras cargaban mis baterias y esos te quiero a traición que humedecian sus ojos y disparaban fuegos artificiales en mi corazón.
Y es que así, día a día, van pasando las horas sin que pueda olvidarla, tan sólo por negarme a rendirme y hacerlo, porque a quien dejaste entrar dentro de ti, siempre tendrá su lugar en tu alma.
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